La estructura corporal, su función y la técnica de ejecución son los principales factores que determinan y condicionan la práctica deportiva y por lo tanto influyen en la posibilidad de que se de o no una lesión. Todos los cuerpos tienen zonas mas débiles donde las fuerzas no confluyen correctamente. Esto no debe tomarse nunca como una limitación, pues si existe una zona débil es porque existe otra zona de mayor estabilidad. Así, el fin del trabajo postural es minimizar estas compensaciones y equilibrar dichas fuerzas.
Para desarrollar este concepto se aconseja realizar además de la rutina de entrenamiento, alguna actividad complementaria. Una actividad altamente indicada es el Yoga. El Yoga es cada vez más utilizado en esta última década entre deportistas profesionales y amateurs. De forma general se suele practicar más en el ámbito deportivo el llamado “Yoga físico”, independientemente del estilo, caracterizado por la repetición de series de determinadas posturas “asanas”.
La práctica del Yoga hace que el individuo aumente su conciencia corporal, mejore el equilibrio dinámico, gane en flexibilidad y reduzca el estrés competitivo. En el Yoga se trabaja la musculatura de una forma global y funcional, repercutiendo directamente sobre la ejecución de la técnica deportiva. Esta se vuelve más equilibrada y ergonómica, igualando así los empujes y reduciendo el gasto energético. Este trabajo aumenta la precisión durante el ejercicio y como consecuencia se previenen lesiones. Para que estos efectos sean perceptibles y se mantengan es recomendable realizar como mínimo tres sesiones semanales de Yoga. Después de este trabajo continuo el cuerpo se autoequilibra y adquiere una mejor postura de ejecución. No olvidemos que la practica del Yoga regula también la funcionalidad de los diferentes sistemas como el nervioso, circulatorio, endocrino, etc, aportando un equilibrio orgánico y químico.
Dentro de los diferentes estilos de Yoga más comunes podríamos citar por ejemplo al Vinyasa Yoga, ideal para ganar ritmo y coordinación entre respiración y ejercicio. o el Hatha Yoga, que al ser más estático, nos permite ganar en concentración y respiración profunda. El Yoga Iyengar en cambio nos otorga por ejemplo un conocimiento más analítico del movimiento. Las asanas más recomendadas dependerán de la estructura del deportista, la disciplina deportiva que practique y el momento de la temporada por el que pase. Así se podrán diseñar series de asanas abiertas según el momento, salvo en la modalidad de Ashtanga Yoga, que se caracteriza por ser series de asanas cerradas y estipuladas según el nivel de práctica.